El sábado anterior al comienzo de clases fue un loquero, con las chicas fuimos de compras. No fue compras de shopping, fue compra de útiles para el colegio. Nos volvimos locas con todo lo que había, Juli se encargó de comprarse la colección de Kitty, cartuchera, carpeta, lapiceras, goma, todo lo que encontraba. Estaba enloquecida y besaba sus útiles, siempre tan eufórica. Ese día escuché al menos cincuenta veces su frase de cabecera: "Me muero muerta en cómodas cuotas", todo le encantaba y se moría muerta de amor con cada cosa que veía, lo hacía siempre igual, le encantaba todo. De todas formas todas éramos un poco así, compradoras compulsivas.
Después de desvalijar la librería nos fuimos a tomar un helado y nos sentamos en la plaza a charlar. Flavia nos contó acerca de una discusión que tuvo con su mamá. Estaba cansada de decirle que no quería escuchar, ni saber nada sobre Andrés, y su madre no hacía más que recordarle su existencia. Eso la alteraba un poco. No sabíamos qué decirle a veces para calmar su angustia y enojo. Nosotras lo detestábamos mucho más de lo que ella creía. Pero a veces no hay palabras para hacer desaparecer el dolor de las personas, la bronca o cicatrizar aquellas heridas, mucho más difícil era con Fla.
Flavia había sufrido muchísimo todos estos meses, no era fácil para ella. Le costaba mucho salir a flote y nosotras intentábamos hacerla sentir bien. Andrés fue su primer novio, su primer "todo", ella creía de alguna forma que esos cinco años juntos no habían sido en vano y tenía muchísimos proyectos con él, y eso creo yo, era lo que más le dolía. Todo su futuro, sus sueños y metas eran al lado de él, y él ya no estaba. No lo podía soportar. Tenía días buenos, en los que no hacía otra cosa más que reírse, disfrutar de la soltería, y de lo que nosotras llamábamos "la chapadora", pero otros días, eran grises y oscuros, como ese día en la plaza. Esos días no habían chistes, ni "ravioles" que la hicieran sentir mejor. Sentía que eran inútiles mis ganas de hacerla reír, los abrazos de Greta o las frases de top model de Juli, ni siquiera que Clara le dijera lo mucho que la necesitaba, la hacían sentir mejor. Flavia se inundaba en su mundo, al igual que yo cuando pensaba en Javier, pero esto sí que era diferente. Ella detestaba con todo su ser que el nombre ANDRÉS fuese dicho en su presencia, y su madre se había encargado esa semana de recordárselo otra vez. No habían lapiceras de kittys, ni cinco kilos de helado que la hagan sentir mejor. Solo estaba ahí, quejándose de todo, con el seño fruncido y la vista baja. Creo que nos veía para no sentirse tan sola, o para que no nos enojáramos, porque sabía con qué clase de amigas trataba, esas cosas no nos caían bien y si no venía con nosotras, estaba frita. Así que luego de tomar su helado, se fue. Así era ella, impulsiva, y cuando sentía que las cosas no estaban bien, huía. No huía por temor, ni mucho menos, huía de incomodidad, Flavia prefería encerrarse a escuchar música en su cuarto, y nosotras la entendíamos, entendíamos que así era nuestra amiga y la íbamos a apoyar, a acompañar y a contener siempre.
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