domingo, 17 de febrero de 2013

Cap. 5 | Javier en mi vida


Había llegado el día en que Clara le contó a sus papás sobre el bebé. No recuerdo demasiado cómo fue. Me acuerdo que Emanuel y ella lo hicieron juntos, era lo lógico de todas formas, si el flaco la dejaba sola en ese momento, nos convertíamos en la mafia malosa que éramos y lo hacíamos desaparecer de la faz de la tierra.
Esa noche festejamos con helado y frizze azul, era religioso hacerlo así. A Clara solo la dejamos tomar un vasito, mientras que nosotras sin querer tomamos un poco de más.
No fue fácil para Clara contarle la verdad a sus padres, pero al menos las cosas no eran cómo habíamos pensado. Los papás estaban algo dolidos y desilucionados, pero a su vez prometieron ayudar y acompañarla siempre, al fín y al cabo ellos serían los abuelos de aquel bebé.
Por otra parte mi angustia se hacía cada vez más y más intensa, las cosas con Javier no iban hacia ningún lado. Era una relación enfermiza, todo el mundo me lo decía, mi familia, mis amigas y amigos, pero yo no podía dejar aquel amor, si es que era amor, al menos eso pensaba yo cada vez que lo veía. 
Lo nuestro siempre había sido algo así como platónico, eran palabras que iban y venían y nuestras actitudes de novios raras, como cuando aparecían escenas de celos o cuando compartíamos alguna salida con nuestros amigos.
Javier era a penas un año más chico que yo, y parecía de doce años con sus actitudes de niño bien, fastidiando al mundo y creyendo que es el dueño de la verdad absoluta. No se podía discutir con él, siempre te iba a ganar y yo ya había perdido ese juego con él, estaba derrotada ante sus ojos verdes color esmeralda, su nariz, su boca y sus gestos que tanto me enamoraban. Lo escuchaba hablar y sentía que era Borges redactando alguno de sus libros. Creía tanto como lo creía él que era un Dios, un Dios inalcanzable, aunque el mundo me dijera lo contrario.
Nuestra relación había empezado bien, charlas que me hacían sentir feliz. Hacía tiempo que no me interesaba tanto alguien, él se lo ganó. Nunca supe en qué momento comenzó a pensar mal de mí, al menos es lo que intentó decirme con aquellas palabras que resonaron durante meses en mi mente, palabras que aún no puedo borrar: "Cómo querés que te de bola, Paloma? Si vos te la pasás tirándole onda a todos, yo no quiero ser uno más del conjuntito". Ni siquiera lograba entender aquello que me decía. Yo tirándole onda a todos? A quién? Al parecer Javier no me conocía ni un poco. Detesto eso de los flacos, de la gente en sí, una es un poco simpática, tiene carisma y ya todos creen que se lleva el mundo por delante y  que está con cualquier pibe que se le cruce. No, esa no soy yo. A pesar de mis bromas y chistes algo subidos de tono y coqueteo, no soy ese tipo de chica. Además cuando tengo un solo objetivo, es eso lo que quiero y no quiero nada más, y para ese entonces mi objetivo era Javier, yo no iba a estar jugueteando con nadie más que con él, pero mis bromas o chistes con algunos amigos hicieron que él crea eso de mí. Y sentía que era irremontable, era con algo que no podía pelear, mucho menos competir con su chica del momento, definitivamente aunque yo dijera lo contrario, era mucho más linda que yo y no podía competir con sus encantos. Victoria era su nombre, y claramente yo ya había perdido ESA batalla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario