La semana transcurrió normal, no tenía mucho tiempo para pensar en lo que había pasado con Javier. Con las chicas estábamos organizando un desfile para juntar dinero para nuestra fiesta de egresados. Julieta era la más eufórica, estas cosas la hacían alucinar, se ocupada de casi todo. No voy a negar que a mí también me encanta ocuparme de estas cosas, pero la verdad es que tenía la cabeza así como en otro lado y esta vez no era Javier. Tampoco era Augusto. Era Gretta. Gretta que parecía no saber qué hacer con su vida, con su dolor, su bronca, y con Diego.
Me sentía algo culpable. Yo tenía mucho que ver con todas las incertidumbres que hoy se le presentaban a Gretta. Con las chicas creímos que una vuelta por el departamento de Diego no iba a estar nada mal, le aconsejamos que fuera aquella noche, que se diviertiera, que disfrutara y que se olvidara un poco de Chicho, de los engaños y de lo mal que la estaba pasando durante esos últimos días.
Presentía que nos habíamos equivocado. Ahora Gretta se encontraba envuelta, enroscada y hasta casi muerta de amor. No entendíamos nada, y nos daba miedo, nos daba mucho miedo de que Gretta sufra más de lo que ya estaba sufriendo. Estas son las cosas del amor que no entiendo. ¿Cómo puede ser que siempre caigamos con la misma piedra, que siempre choquemos con la misma pared, que siempre nos desacomoden las neuronas las personas que no deberían hacerlo? A Gretta no se le había desacomodado una sola neurona, yo creo que las había perdido para siempre, las tenía desacatadas, enloquecidas, esparcidas en cualquier otro mundo.
Era extraño. La veías llorar, insultar a chicho y a los dos mínutos la tenías hablando embobada sobre lo que había hecho con Diego la tarde anterior, o el mensaje que acababa de mandarle. No voy a decir que no la bancaba, ya lo dije antes, con las chicas siempre nos bancamos, no importa lo que sea, siempre nos ayudamos, nos entendemos, pero juro que esta vez yo no la entendía, mucho menos Clari. Para Clara, Gre tenía que volver con Chicho y no ver nunca más en la vida a Diego, pero era inevitable. Diego se había vuelto el sujeto más nombrado, el más "amado", para nosotras era infumable. Sentíamos que quería caernos bien. Una noche, que nos acompañó a mí y a Gre hasta casa se lo dije, le dije que a pesar del comportamiento de Chicho, yo lo seguía queriendo a él. No aceptábamos a Diego y eso finalizaba siempre con enojos, peleas, entre dichos. No queríamos que eso pase, no queríamos perder a Gretta, pero ella estaba ciega y nosotras de esta relación no teníamos el control.
Nuestra preocupación ya no era arrancarle la cabeza a Chicho, ni pincharle los ojos con un tenedor, nuestra violencia había desaparecido. Gretta creía que no estábamos de su lado. Se quejaba, y eso generaba mucho malestar, pero nosotras en realidad no queríamos que esté con Diego, no queríamos que se entere Chicho, teníamos más temor que Gretta, a quien no parecía importarle tanto. Cada vez que Diego aparecía, Gretta quedaba atrapada en una burbuja, una burbuja completamente ermética, irrompible, burbuja en la que no podíamos entrar.
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